Que hacer en tausa

El, con 87 años, recuerda la historia como si fuera ayer. Tausa queda a 80 kilómetros de Bogotá. Fue fundada en 1748, pero sus gentes, la mayoría indígenas, según Rodríguez, decidieron hacia 1912 trasladarse a la parte de abajo, por el asedio de fantasmas y brujas que quitaban el sueño a los pobladores del lugar. Pero también fue para quedar más cerca de la carretera principal, que comunica con los municipios de Cogua, Nemocón, Sutatausa y Zipaquirá. Cinco kilómetros de carretera destapada y empinada conducen a la colina donde estaba el Tausa viejo. Allí, todavía quedan algunas construcciones como la iglesia, la casa municipal, ranchos de paja y construcciones caídas que, en su época, eran las mansiones del lugar. El Tributo de la Cumbre, como es conocida la población, tiene dos vidas. Una, cuando estaba en la parte alta, de la que muy poca gente queda, únicamente se puede hablar de don Álvaro. La otra, es el Tausa nuevo, con otras generaciones. Para mí es muy duro venir. Aquí hay muchos recuerdos, que con el paso del tiempo lo único que me traen son nostalgia y tristeza, dice Rodríguez. Cada calle, cada rincón, cada techo caído, esconde historias que fueron congeladas en el tiempo y que para don Álvaro aún están ahí. Hacia 1779 en el Tausa viejo vivían 78 familias. El pueblo constaba de tres manzanas, una plaza, siete casas de teja y 120 de paja. Sus edificaciones notables eran el templo, la casa cural y la administración de salinas. En 1938 y 1940, se produjo el traslado al Tausa nuevo, en el sitio conocido como Aguasal. Hace 20 años se reconstruyó la capilla del Tausa viejo, donde se celebra la eucaristía, los domingos a las 9 de la mañana, para recordar que, anteriormente, en ese lugar, hubo vida. Desde entonces, el sol y el viento han sido los únicos que han presenciado el decaimiento del Tausa viejo. Los salados, como se les dice a los oriundos de Tausa, dicen que uno de los principales motivos del traslado fue por un agrietamiento que se presentó en la plaza principal, debido a que sus tierras están sobre minas de sal y, por eso, el piso va cediendo. Ahora, en el Tausa nuevo, no tienen cabida los temores y mucho menos los cuentos de fantasmas. Eso se quedó en el Tausa viejo, un lugar donde la esperanza de volver a nacer entre las ruinas aún está latente para muchos, entre ellos don Álvaro. Por: REDACCION EL TIEMPO 17 de mayo 1997 , 12:00 a. m
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